Comienzo a estar cansada de ciertas conversaciones. Charlas en las que otras personas deciden por mí como debo sentirme o como debería ser mi vida. Estas, son cada vez más frecuentes, sobre todo ahora que estoy terminando una etapa y me aproximo cada vez más a la vida adulta.
¿Qué es ser un adulto funcional? ¿Se ve con los mismos ojos que ese adulto sea una mujer que un hombre?
Al parecer mis respuestas cuando la conversación va encaminada hacia el futuro, suelen dejar un sabor amargo a la otra persona. Gente que en silencio juzga mis aspiraciones, o se compadece por mi manera de ver la vida. En ocasiones, incluso desean que con el tiempo, cambie de opinión. Al parecer, mis sueños y mi vida son una opinión.
Cuando termina la conversación, empiezo a meditar sobre mi situación, si mis sentimientos son erróneos. Siento verdadera impotencia cuando invalidan mi perspectiva, pese a yo respetar la forma de ver la vida del resto. Siento rabia. Porque esta frustración, no solo la he experimentado ahora que debo alcanzar la vida adulta. Lleva acompañándome de siempre.
Las mujeres desde que nacemos, vivimos condicionadas por encontrar el amor de nuestra vida, nuestro príncipe azul. Mientras que los hombres, crecen con la imposición de ser exitosos. Y con esto quiero dejar claro que soy consciente de que existen factores que pueden oprimir el libre desarrollo de un hombre, pero ni mucho menos es comprable con la opresión transversal que sufrimos las mujeres. Porque mientras que el mayor fracaso de una mujer ha sido no formar una familia, para el hombre es -y será- no ser independiente. Al hombre se le impone libertad mientras que a la mujer se le arrebata.
¿Por qué se da por hecho que las mujeres estamos vacías si no encontramos pareja, o no tenemos hijos?
A lo largo de la historia, cuántos hombres han seguido esa deriva, han cosechado éxitos profesionales, y jamás se ha cuestionado su satisfacción personal por el hecho de no haber tenido descendencia. Esto me hace llegar a la conclusión de que ser marido y padre es una elección, mientras que ser madre no.
A día de hoy, cuantas mujeres nos hemos visto atrapadas en una relación, pero no nos hemos atrevido a abandonarla por miedo a quedarnos vacías. A quedarnos vacías porque nos han hecho creer que el amor significa que el medio para crecer emocional y personalmente, es a través de otro. La creencia de la media naranja da por hecho que a mí me faltan cosas que debo completar con otra persona. Y siento si digo que las víctimas del amor romántico somos en exclusiva las mujeres. Porque el padecimiento del hombre en el amor romántico, nace cuando este nos hace el honor de enamorarse de nosotras, y en consecuencia debes corresponderle por el hecho de tener sentimientos hacia ti. También contamos con el clásico de que el hombre espere pacientemente a que sea mutuo, por el hecho de no tratarte como ganado. De manera que no, tratar a una mujer como a una persona debería ser una exigencia, y no solo fruto de tu enamoramiento.
Incluso en el rechazo, seguimos siendo víctimas del cuidado a los demás, pues debemos tratar con el ego y temperamento del hombre, que nos desprecia porque no soporta un no por respuesta. Porque en principio, no entra dentro de nuestro rol el elegir.
Veo que esa dependencia, sigue latente en la actualidad. A día de hoy, pese a que por suerte, no necesito permiso de un hombre para sacarme el carnet de conducir, este progreso es solo ficticio. Es más, se ha añadido una carga más a nuestra situación. Porque ahora debemos ser superheroínas, y nos debatimos entre la dialéctica de no ser demasiado dependientes para así alcanzar el éxito laboral, pero tampoco lo suficientemente independientes como para no formar una familia. Porque esta doble imposición en nuestra vida, es por cojones. Sí, por cojones, porque es la única vía que puede impedir la emancipación de la mujer.
Esta dependencia, que se expresa a través del amor romántico, debe ser desmontada de una vez por todas. Porque sí, pienso que el principal problema que sufrimos, es el amor romántico, y que su abolición ayudará a la emancipación.
Si una mujer decide dedicarse exclusivamente al cuidado de su familia, la tachamos como una mantenida. Mientras que si decide realizar malabares para también mantener una vida profesional, entonces está descuidando sus deberes naturales. Hasta que tener pareja o ser madre, no sea una elección, las mujeres nunca seremos libres.
Así que lo siento por todas aquellas personas que se compadecen de mi cuando digo que no quiero tener pareja, que no necesito que nadie me quiera, o que el amor de mi vida soy yo. Y sobre todo, lo siento si no me gustan los niños, ni siquiera los de mi familia.
Por eso escribo esto, para dar voz a muchas mujeres que se sienten como yo, y por todas aquellas que merecen ser felices formando una familia, pero por elección propia. Nuestra lucha y reivindicación debe ser diaria. Sueño con un mañana donde nuestros derechos sean reales y no solo espadas de doble filo. Sueño con una verdadera libertad. Y solo la unión entre nosotras nos dará esa fuerza.