martes, 29 de junio de 2021

Relaciones de pareja y otras formas de encadenar a las mujeres

Comienzo a estar cansada de ciertas conversaciones. Charlas en las que otras personas deciden por mí como debo sentirme o como debería ser mi vida. Estas, son cada vez más frecuentes, sobre todo ahora que estoy terminando una etapa y me aproximo cada vez más a la vida adulta. 


¿Qué es ser un adulto funcional? ¿Se ve con los mismos ojos que ese adulto sea una mujer que un hombre


Al parecer mis respuestas cuando la conversación va encaminada hacia el futuro, suelen dejar un sabor amargo a la otra persona. Gente que en silencio juzga mis aspiraciones, o se compadece por mi manera de ver la vida. En ocasiones, incluso desean que con el tiempo, cambie de opinión. Al parecer, mis sueños y mi vida son una opinión. 


Cuando termina la conversación, empiezo a meditar sobre mi situación, si mis sentimientos son erróneos. Siento verdadera impotencia cuando invalidan mi perspectiva, pese a yo respetar la forma de ver la vida del resto. Siento rabia. Porque esta frustración, no solo la he experimentado ahora que debo alcanzar la vida adulta. Lleva acompañándome de siempre.


Las mujeres desde que nacemos, vivimos condicionadas por encontrar el amor de nuestra vida, nuestro príncipe azul. Mientras que los hombres, crecen con la imposición de ser exitosos. Y con esto quiero dejar claro que soy consciente de que existen factores que pueden oprimir el libre desarrollo de un hombre, pero ni mucho menos es comprable con la opresión transversal que sufrimos las mujeres. Porque mientras que el mayor fracaso de una mujer ha sido no formar una familia, para el hombre es -y será- no ser independiente. Al hombre se le impone libertad mientras que a la mujer se le arrebata. 


¿Por qué se da por hecho que las mujeres estamos vacías si no encontramos pareja, o no tenemos hijos? 


A lo largo de la historia, cuántos hombres han seguido esa deriva, han cosechado éxitos profesionales, y jamás se ha cuestionado su satisfacción personal por el hecho de no haber tenido descendencia. Esto me hace llegar a la conclusión de que ser marido y padre es una elección, mientras que ser madre no.


A día de hoy, cuantas mujeres nos hemos visto atrapadas en una relación, pero no nos hemos atrevido a abandonarla por miedo a quedarnos vacías. A quedarnos vacías porque nos han hecho creer que el amor significa que el medio para crecer emocional y personalmente, es a través de otro. La creencia de la media naranja da por hecho que a mí me faltan cosas que debo completar con otra persona. Y siento si digo que las víctimas del amor romántico somos en exclusiva las mujeres. Porque el padecimiento del hombre en el amor romántico, nace cuando este nos hace el honor de enamorarse de nosotras, y en consecuencia debes corresponderle por el hecho de tener sentimientos hacia ti. También contamos con el clásico de que el hombre espere pacientemente a que sea mutuo, por el hecho de no tratarte como ganado. De manera que no, tratar a una mujer como a una persona debería ser una exigencia, y no solo fruto de tu enamoramiento. 


Incluso en el rechazo, seguimos siendo víctimas del cuidado a los demás, pues debemos tratar con el ego y temperamento del hombre, que nos desprecia porque no soporta un no por respuesta. Porque en principio, no entra dentro de nuestro rol el elegir.


Veo que esa dependencia, sigue latente en la actualidad. A día de hoy, pese a que por suerte, no necesito permiso de un hombre para sacarme el carnet de conducir, este progreso es solo ficticio. Es más, se ha añadido una carga más a nuestra situación. Porque ahora debemos ser superheroínas, y nos debatimos entre la dialéctica de no ser demasiado dependientes para así alcanzar el éxito laboral, pero tampoco lo suficientemente independientes como para no formar una familia. Porque esta doble imposición en nuestra vida, es por cojones. Sí, por cojones, porque es la única vía que puede impedir la emancipación de la mujer. 


Esta dependencia, que se expresa a través del amor romántico, debe ser desmontada de una vez por todas. Porque sí, pienso que el principal problema que sufrimos, es el amor romántico, y que su abolición ayudará a la emancipación. 


Si una mujer decide dedicarse exclusivamente al cuidado de su familia, la tachamos como una mantenida. Mientras que si decide realizar malabares para también mantener una vida profesional, entonces está descuidando sus deberes naturales. Hasta que tener pareja o ser madre, no sea una elección, las mujeres nunca seremos libres. 


Así que lo siento por todas aquellas personas que se compadecen de mi cuando digo que no quiero tener pareja, que no necesito que nadie me quiera, o que el amor de mi vida soy yo. Y sobre todo, lo siento si no me gustan los niños, ni siquiera los de mi familia. 


Por eso escribo esto, para dar voz a muchas mujeres que se sienten como yo, y por todas aquellas que merecen ser felices formando una familia, pero por elección propia. Nuestra lucha y reivindicación debe ser diaria. Sueño con un mañana donde nuestros derechos sean reales y no solo espadas de doble filo. Sueño con una verdadera libertad. Y solo la unión entre nosotras nos dará esa fuerza. 



miércoles, 17 de junio de 2020

El castigo de no quererte

[2:58, 17/6/2020] Anónimo: Mañana empiezo la dieta
[2:58, 17/6/2020] Anónimo: Y a hacer ejercicio como un cabrón
[2:58, 17/6/2020] Anónimo: Se va a enterar

¿Alguna vez te has dicho algo parecido? Porque yo sí. 

Cada vez que me han roto el corazón, esa misma noche -mientras escucho la típica canción que termina por destruirte- me repito justamente esas tres frases. Llevo toda mi vida planeando una venganza contra mi cuerpo. ¿Qué culpa tienen mis michelines de mis desilusiones? De todas las cosas que conforman mi persona ¿Son mis kilos de más los que han puesto fin a mis relaciones?

Cuando algo sale mal con una persona, inmediatamente me culpabilizo. Una cosa es asumir errores y conductas inapropiadas. Todos las tenemos, la autocrítica es necesaria. Pero por el contrario, culpabilizarse es destructivo. 

A lo largo de mis relaciones, tanto formales como simples aventuras, he terminado llorando y preguntándome que qué tenía de malo, por qué nadie me prefería. Qué hacía mal para que todo se terminase. 
En una de mis últimas noches, antes de empezar la cuarentena, me volví a hacer esas mismas preguntas. Pero, en vez de responder con las tres frases introductoras, me paré a pensar si alguna vez yo me había elegido. ¿Soy mi prioridad? Para muchos no tendrá sentido que me plantease algo así, pues el ser humano instintivamente lucha por su supervivencia y por ello se ama a uno mismo por encima de todo. Sin embargo, yo me di cuenta de que no era así. No en mi caso. 

Me sentía vacía. Había sentido tanto amor en mi corazón, que en vez de brindármelo a mi misma, me había dedicado a esparcirlo sin miramientos a cualquier persona con la que me topase. Y no digo que no haya que querer ni amar, pero cuando uno aprende a quererse a sí mismo, termina rociando a los de su alrededor de un amor cálido y proporcionado. Sobre todo y más importante, cuando aprendes a quererte, aprendes a estar siempre lleno de amor y cariño. Y en consecuencia, tu alrededor termina beneficiándose de él.

Cuando estás vacía no eres capaz de ser una buena amiga, ni hija o hermana. Se marchitan todas las relaciones que mantienes. Cuando estás vacía tienes un conflicto contigo misma que te impide disfrutar de lo que tienes. Te vuelves triste, malhumorada y desagradecida. Te obcecas con que hay un error en ti, o en el peor de los casos, culpas a Dios, destino o a la vida de lo que te está ocurriendo. Por suerte, de esta situación tarde o temprano se termina saliendo. Porque no queda otra. El tiempo termina haciéndote olvidar ese dolor y ese vacío. El tiempo, el inmenso esfuerzo que hacen tus amigos y familiares, rellena ese corazón de un nuevo amor. Y es entonces cuando vuelves a estar dispuesta a entregarte.

¿No te das cuenta de que si dependes del amor que te dan los demás, te terminas vaciando tarde o temprano? Me dije esa misma noche. Y es entonces cuando tomé una determinación. Es entonces cuando decidí elegirme a mi por primera vez en 21 años. 

Porque en todos mis fracasos amorosos me había equivocado y mucho, pero nada tenía que ver mis conductas con mentiras o manipulaciones. Esto último son actos egoístas, donde la otra persona antepone sus intereses y deseos -propios- para jugar con sentimientos e ilusiones -ajenas-. De la misma manera que la otra persona no era culpable ni merecedora de mi inmadurez, yo tampoco lo era de artimañas. Esa noche me liberé de un enorme peso que me había acompañado por mucho tiempo. 

Por desgracia, todos de algún modo y en algún momento, decidimos afrontar una frustración castigándonos. Esta actitud, común en todas las personas, encuentra múltiples formas con las que manifestarse. Entre esa diversidad para atormentarse, yo, como en el ejemplo que he introducido, soy experta en odiar a mi cuerpo.

¿Estoy en contra de que la gente adelgace? No. Estoy en contra de que la gente proyecte un cambio para que los demás les acepten. Porque el cambio y el proceso que conlleva este, será la mayor tortura que puedan experimentar. Esa persona constantemente se dirá NO. Se despertará cada mañana haciendo memoria de todo lo que comió el día anterior. Contará cada caloría que ingirió y lo hará para saber con exactitud cuánto desprecio debe sentir hacia sí mismo. 

No es mi intención que seamos obesos. Pero si quieres un cambio, que no se alimente de una inseguridad, y sí de una meta. Porque proponerse retos es algo maravilloso, pero cuando empiezas algo nuevo debes ser cariñoso contigo, sino nada de lo que hagas lo conseguirás. O si lo consigues tampoco perdurará. Debes partir de un amor propio y no de la búsqueda de un amor ajeno.

¿Y cómo puedo aprender a quererme? Pues si te soy sincera, no lo sé. Todavía lo estoy descubriendo. Pero tengo claro que la paciencia es clave en este asunto. Estoy siendo paciente conmigo misma, porque muchas veces vuelvo a perderme, y entro de nuevo en ese bucle. Sin embargo, debemos ser conscientes de que tener algún desequilibrio emocional, también forma parte de una vida equilibrada. Solo hay que ser pacientes. 

Acepta tus virtudes y defectos. Será a través de ellos con los que mirarás -desde los ojos de la objetividad- a tus complejos con visión de afrontarlos. Ninguna desilusión se produce por el complejo que tengas. Aquello que no te guste de ti, no es el motivo por el que se ha terminado lo que tuvieras. No hay nada malo en ti. La única persona de la que puedes ser una prioridad, eres tú mismo. Aplicar eso no implica que encuentres el amor de tu vida, pero si impide que te rompas por algo tan rutinario como no ser compatible con alguien.

Lo único que está en tu mano es el quererte. Si los demás no lo hacen, no es problema tuyo. Conócete y aprende a convivir contigo para poder convivir con el resto. Una vez empieces, te darás cuenta de la fuente que hay en tu interior y no volverás a sentirte vacío nunca más. Lo demás viene solo, porque lo que hay más allá de ti, está fuera de tu control y alcance. Así que o espabilas o el mundo seguirá avanzando contigo dentro, pero sin ti. 



sábado, 29 de febrero de 2020

Carta para Nadie

Lo bueno de ser tan enamoradiza es que mi inspiración no se dará por aludida. Y aunque lo hiciese, tampoco me avergonzaría. En el caso de que no comprendiese y por el contrario, esto enorgullece su ego, guardo la esperanza de que en un futuro si lo entenderá. Sé que lo harás. 
Me acuerdo mucho de ti. No me gustaría admitir que todos los días. Créeme que se hace dinámico el pensarte, pues hay veces que lo hago con un nudo en la garganta seguido de un sabor amargo. Por el contrario, otras lo hago sonriendo al revivir conversaciones en lugares que me enseñaste. En ocasiones también te quiero ver en otras personas. Es entonces cuando empiezo a ser consciente de que estoy olvidando como suena tu voz. Por suerte no tu risa. Tu olor sorprendentemente me roza de vez en cuando. 
Quiero que sepas que soy consciente de cuanto me he equivocado contigo. De todos aquellos errores que he ido cometiendo desde el principio. Y no me gustaría que pensaras que no valoro todos esos gestos y esfuerzos que me dedicaste. En su momento no lo aprecié como merecías, y aunque sea tarde, que sepas que a día de hoy sí lo hago. Supongo que sentir que nunca era suficiente tenía que ser frustrante. Ahora lo comprendo. Y realmente lo siento. Porque no, no fue suficiente. De la misma forma que ahora comprendo que esta distancia ha hecho que mis sentimientos por ti mejoren, también me ha confirmado que hice lo correcto. Puede que fuese lo único bueno que hice. Y me costó una barbaridad. Estoy segura de que te ha traído la misma paz que a mi. 
Lo más duro de despedirme fueron dos cosas: Primero, que no quería hacerlo. Segundo, que tú ya te habías ido. De manera que me quedé esperando algo que por una parte yo misma había imposibilitado y por otra que tú jamás hubieras hecho: avanzar conmigo. Bloqueé cualquier esperanza de que te quedaras, pero es que yo nunca quise eso. Tampoco teníamos donde permanecer. Es imposible quedarse en la nada. E ahí el origen de nuestros males. Ser o no ser. Necesitaba un cambio, y el error estaba en exigírtelo a ti cuando no era tu necesidad, sino la mía. Por eso, dejar de ser, la muerte de un "nosotros",  fue mi renacer. Morir contigo pudo liberarme de tan pesadas cadenas -mis inseguridades-. Estoy dejando de tener miedo. Me queda mucho por sanar aún, pero estoy bien. Y tranquila.
Si volviera atrás por supuesto que lo haría todo diferente.
¿Pero entonces como hubiese aprendido todo esto? 
¿Como habría llegado a este punto? 
Ni quiero que eso ocurra y tampoco puede ser. 
Sé que han habido más personas en tu vida. Que no te has rendido. Me reconforta, porque yo tampoco lo he hecho. Por eso,  por todo lo que siento por ti, confío en que seas feliz, tanto en soledad como en compañía. Que si estás conociendo a alguien: ojalá te haga sentir muchas mariposas en el estómago. Esa ilusión es preciosa. La conozco porque yo la saboreé contigo. Si por el contrario has encontrado a alguien, espero que tenga la suerte de hacerlo mejor que yo. 
Constantemente tentada a escribir tu nombre, me despido de ti. Y por fin, me perdono por esto.
Esto no es un adiós, esto es un gracias. Así que, 
Gracias.

jueves, 6 de febrero de 2020

29 días antes de Lima


¿Sabes que he sentido esta mañana al despertarme?
Nada.
Ni miedo, pasión o chispa. Pero ¡Si me voy en un mes a otro continente!
¿Acaso es que no me quiero ir?
No. De ningún modo. Pues en mi vida, liderada por el caos a causa de mi dispersa forma de ser, probablemente ahora solo tenga claras tres cosas:
La primera, que había sido con diferencia la mejor decisión que podría haber tomado. Pese a que todo el mundo había intentado disuadirme para que eligiese otro destino. Esta decisión era mía e iba a defenderla como si mi vida dependiese de ello.
Segunda, absoluto desconocimiento de mi futuro allí. La misma certeza tenía de que podía ser un éxito o el mayor fracaso de mi vida ¿Que por qué solo esas dos opciones? ¿Y por qué tan opuestas? Porque soy así. No sé hacer las cosas a medias, ni indiferentes. Supongo que quien me conozca lo habrá podido comprobar a las buenas, o malas. Es por eso que mi vida transita de una maravilla o un auténtico desastre. De ahí que un día me despierte sintiéndome la reina del mundo y al día siguiente sin miedo, pasión o chispa. Apática. Y es que soy opuesta a la neutralidad. 
Tercera, iba a alejarme de las personas más importantes de mi vida. Gente que me apoyaba incluso cuando me equivocaba, qué era -y es- constantemente. Mi familia, un círculo de amigos que se preocupa por mi, y que siempre me tenía presente, incluso cuando ni yo misma me soportaba. Y sobre todo, del mayor regalo que me había dado la vida,  mi madre

Y es en este punto donde me confirmo lo importante que va a ser esto en mi vida. Que hoy me haya despertado de nuevo perdida, pero que mañana probablemente deseé comerme el mundo. Me demuestra que giro alrededor de unos extremos que van a terminar por colapsarme. Creo que ya he llegado al límite de seguir llamando a esto "un mal momento". 

¿Así va a ser Ana el resto de su vida? Me aterroriza pensar que voy a seguir así un día más. Prefiero morir a pensar que esta es la persona que voy a ser en adelante. 

Sin embargo, soy consciente de que a mi edad, o qué demonios, cualquier persona de cualquier edad, padece lo mismo que yo. Que se trata de ciclos emocionales. Ya sea por desengaños amorosos, miedo al futuro o simplemente, insatisfacción con lo que se tiene. Normalmente estas personas no solucionan esta crisis de identidad marchándose a otro país. Pero llorar una noche escuchando una playlist de Spotify con las 50 canciones más tristes de la historia: tampoco me estaba funcionando. Ni salir de fiesta cada fin de semana. Ni leer. Nada de lo que he estado haciendo hasta ahora me ha servido para encontrar el equilibrio. 

A esto hay que sumarle algo más ¿Acaso mi círculo siente que yo les quiero o apoyo? Creo que me estoy quedando vacía, que estoy dejando de palpitar. Aquí ya no hay nada que me pueda llenar. Todo lo contrario, cada golpe o desilusión me ha ido apagado cada vez más, aún siendo crónica de una muerte anunciada. 

Y por fin siento que me he cansado. Me agota la búsqueda de una chispa que cause un incendio. Una vez apagadas las llamas ¿Qué hago con mis cenizas? No quiero un incendio que arrase con todo lo que se encuentre. No quiero recogerme -de nuevo- en pedazos. No quiero más ruinas. 

Así que no, no quiero más extremos. Aunque supongo que hacer este intercambio puede que haya sido una medida extrema ¿No?

La cuestión es la siguiente. Necesito un contrapeso que me impida divagar entre los límites de mi existencia. Pero con ello no quiero abandonar lo que considero que es mi esencia. ¿O sí? Tengo la necesidad de descubrir quién soy. Quiero darme otra oportunidad para conocerme y sobre todo,  para  atreverme a sentir sin miedo. Para no despertarme de nuevo con este vacío dentro.